Después de toda derrota electoral, viene un tiempo de bastante incertidumbre, donde el miedo, la tristeza y la confusión son sentimientos sociales hegemónicos para una parte de la población. Tal vez, es esa la situación de la izquierda luego del triunfo de Kast. Sin embargo, los sentimientos también influyen a la hora de realizar evaluaciones políticas, y la herida puede evolucionar a una fractura, donde no hay nada más que el sonido blanco del dolor.
Después del 14 de diciembre, en la izquierda se instalaron dos tesis. Por un lado, están las personas que le atribuyen una responsabilidad al gobierno progresista de pavimentar el terreno a la ultraderecha. Y, por otro lado, están quienes apuntan a los errores estratégicos del Comando de Jeannette Jara. Pero nosotros creemos en la siguiente premisa, ambos razonamientos parten de lugares diferentes en este corto ciclo progresista, pero que en algún punto se encuentran, para anclarnos en una triste realidad; hoy no hay izquierda.
Una de las principales imputaciones que se le hace al gobierno progresista, es haber abandonado el proyecto transformador, apostando únicamente por administrar lo que había. Y eso se puede ver ejemplificado en la insistencia técnica de los equilibrios fiscales, mientras el precio de la vida seguía subiendo, o el rescate que se le hizo a las ISAPRES, mientras sigue incrementando la crisis en la salud pública. Estas “renuncias” generaron un clima político de alejamiento, frustración y rechazo a las “ideas progresistas” en la población, determinando la derrota de Jeannette Jara.
En la otra vereda, están quienes opinan que el Comando no tuvo una estrategia en la construcción de una narrativa política y territorial para la candidatura presidencial de Jeannette Jara. Su experiencia en el servicio público, su excepcionalidad y su carisma, son rasgos personales que fueron insuficientes a la hora de construir un proyecto de país. Por otro lado, más allá de que existió un esfuerzo por desmarcarse del gobierno progresista, se instaló el discurso de la protección y el cuidado a las 40 horas y a la reforma de pensiones. Este impulso por “conservar lo avanzado”, de una u otra manera posiciono Jara como la candidata de la “continuidad”. Y en el Chile del “péndulo político”, eso te cuesta las elecciones.
En ambos lugares del diagnóstico, que intentan explicar la derrota, hay un punto en común, tanto el gobierno progresista como el comando de Jeannette Jara dejaron a un lado la energía transformadora que caracteriza a la izquierda. En el caso del gobierno progresista, prefirió administrar por sobre el cambio, y la candidata Jara opto por cuidar lo avanzado por sobre el cambio. Fue una decisión política de la izquierda, que trajo como consecuencia el triunfo de la ultraderecha, pero, además, el lenguaje del cambio ahora es de Kast.
La ultraderecha movilizo a la gente en base a dos ideas; seguridad y economía. Creo un marco de gobernabilidad; gobierno de emergencia. Identifico a su adversario; un gobierno fracasado. Creo planes para ejecutar su mirada de país; “cancerbero”, “escudo fronterizo”, “más y mejores empleos”. Cada uno de estos elementos narrativos, estaban diseñados para generar certezas, y una respuesta frente a un clima social en donde la población se sentía confundida, enojada, frustrada e insegura. El país no quería lo mismo de siempre, ni menos grandes retóricas, solo cambio y tranquilidad.
La victoria de Kast no se sostiene en propuesta políticas muy originales, más bien hace de la política algo simple y entendible para la gente. Tal vez, más allá de su vínculo con el pinochetismo, y su perfil fascista, es alguien que conecta con la ciudadanía. Genera empatía. Un momento cultural de política que muy pocos pueden lograr.
Sin embargo, que la idea de cambio y tranquilidad, temporalmente sean patrimonio de la ultraderecha, deja a la izquierda en una posición marginal y sin mucho contenido político, ideológico y cultural, y esto es un problema para la democracia, ya que, sin la fuerza transformadora de la izquierda, la democracia y la política es solo un patio vació, porque ya no hay conflicto. En ese sentido, la izquierda debe entender que su derrota no se debe solo a la responsabilidad del gobierno progresista o al comando Jara, sino a la incapacidad que ha tenido durante las últimas décadas de crear una propuesta de futuro para el país. Por ello, la izquierda debe volver a soñar, crear una nueva utopía para volver a luchar en las trincheras de la política. Dar ese salto adelante es fundamental, para darle un nuevo respiro a la democracia chilena.
